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4.11.08

NO STOP CITY [1970] Archizoom



Para los integrantes del grupo italiano Archizoom, la metrópolis tradicional aparece como el punto más débil del sistema industrial, problema no resuelto del creciente capitalismo. La dimensión de la ciudad debe coincidir con la propia del mercado. El hombre actual debe ser liberado de las ataduras de la arquitectura como sistema de representación, apareciendo la nueva ciudad como una estructura homogénea y abierta. La única utopía posible es aquella cuantitativa. Se propone por lo tanto una ciudad interior, climatizada, sujeta a unas pautas horizontales y definidas programáticamente a través de una serie de sistemas regulares de comunicación y de posibilidad tecnológica.















Bibliografía:

01 Domus [1971] Nº496
02 Exit utopia : architectura provocations 1956-76 / edited by Martin van Schaik and Otakar MácelMunich [etc.]
: Prestel Delft : University of Technology, Institute of History of Art, Architecture and Urbanism, cop. 2005
03 Branzi, Andrea No-stop city : Archizoom Associati Orléans : HYX, D.L. 2006

11.7.08

LA CÚPULA SOBRE MANHATTAN DE FULLER O EL SUITALOON DE WEBB [Entre paisajistas y sastres]





La arquitectura se desenvuelve en la delgada línea que divide interior de exterior, que genera unas condiciones ambientales adecuadas para la SUPER-vivencia del hombre. Los extremos de esta línea se encuentran entre la escala Global y nuestro Cuerpo. La escala Global se identifica con la generación de un clima Total, como sugiere Richard Buckminster Fuller en su cúpula sobre Manhattan [1960] de dos millas de diámetro, generando una calefacción natural y protegiendo de la nieve o la lluvia a la ciudad. Otra experiencia similar es la NonStop city [1970] de los italianos Archizoom, dónde se define un espacio homogéneo, climatizado e ilimitado, sin relación con el exterior dónde el individuo se desarrolla en un clima de total igualdad. En el polo opuesto se encontraría el Suitaloon [1968] en el que Michael Webb determina un traje que regula el ambiente interior del cuerpo, alimenta y limpia a su ocupante. En la misma línea podrían aparecer los trajes espaciales (que ajustan las condiciones del astronauta a los del espacio exterior) o los de superhéroe, que además de proporcionar un adecuado bienestar corporal, aumentan las capacidades motoras, auditivas… de su portador. Otro ejemplo menos supremo sería el de las mascarillas que los ciclistas utilizan en las ciudades para filtrar la polución o las máscaras de gas de los nazis retirando cuerpos gaseados. Entre ambos extremos, se encuentra cualquier otra manifestación arquitectónica, los muros, las ventanas, los techos que cualquiera de estas dos opciones anularían. En un ambiente total climatizado y protegido, los hombres saldrían de sus cuevas, de sus casas y sólo nos quedaría configurar ese paisaje resultante. Si nos enfundamos un traje especial acondicionado que controlara nuestra capacidad de movimiento (convertirnos en una especie de Iron Man, Robocop o un Power Ranger, cuyos vecinos cercanos podrían considerarse los tanques en tiempos de guerra ya obsoletos), el arquitecto se convertiría en el confeccionador de esos trajes especiales. Pero ya existen paisajistas y sastres. Pero ya existen arquitectos. Los arquitectos seríamos programadores de eventos, o filósofos, o políticos, o camareros…

Pero parece que no queremos…

Por eso nos empeñamos en continuar haciendo nuestras puertas, ventanas o techos… A permanecer situados entre los dos extremos, entre Fuller y Webb…